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“Nunca he sido un personaje” Adrián Marcelo y el lado real del póker

En esta entrevista exclusiva para Bluffcentral, dirigida por Nicolás Rodríguez, nos sumergimos en una conversación profunda y sin filtros con Adrián Marcelo. A través de una conexión virtual, exploramos terrenos poco transitados: su mentalidad, el manejo del ego y la relación con sus propias máscaras y alter egos dentro del mundo del póker. Como creador de contenido y referente en la escena, Adrián nos revela el lado humano detrás de la figura pública, mostrando cómo la autenticidad y la búsqueda interna son su verdadero motor en un juego tan exigente. Con su personalidad vibrante y su honestidad brutal, nos invita a conocer su historia más allá de las cartas. Aquí, la entrevista completa con Adrián Marcelo, jugador de póker.

Así que no, no es un alter ego. No hay máscaras.
Solo soy yo, adaptándome al lenguaje de cada campo, sin dejar de ser fiel a quien soy.


¿Qué parte del póker te está enseñando más sobre ti mismo que ninguna otra disciplina lo había logrado antes?

La parte en la que no controlas la varianza, es decir, cuando vas a un flip o cuando vas dominando y tienes un cooler, esa parte en la que, amén de tomar la decisión correcta, el resultado no es el esperado. Me ayuda mucho en el manejo de emociones, aumentar la inteligencia emocional y, sobre todo, la tolerancia a la frustración.
Creo que si tienes ese elemento, en donde al principio puedes ser muy emocional y después, si quieres mejorar o acercarte a la élite, pues tienes que ir también domando esas reacciones. Como decimos de broma, a veces hay que ser más estoico.
No puedes controlar todas las variables que componen al juego. Y eso me ha enseñado mucho también a trasladarlo a la vida. Hay cuestiones que yo no voy a controlar, y creo que soy más feliz al entenderlo y aceptarlo.


Hay quienes creen que, al tener banca desde el inicio, se pierde parte del «viaje del guerrero». ¿Sientes que te estás saltando un camino necesario o crees que tu lucha viene por otro lado?

Es una gran pregunta. Me pasó algo similar en la comedia, en donde al hacer dupla con Mole, que ya tenía muchos años en la industria, de cierta forma me salté ciertos procesos. Fui consciente de ello. La clave está en tener la humildad para recibir el aprendizaje.
El hecho de que yo juegue torneos de alto buy-in me hace también jugar con la élite del póker. No todos, pero ahí normalmente están los mejores. Recibir información, ver cómo juegan, estar repitiendo en esos niveles, también es otro viaje del guerrero.
Me cuesta, definitivamente, porque estoy lejos de su nivel, pero con la mentalidad de siempre aprender de los errores, creo que viene la mejoría, y eso es lo que he estado notando. Para mí, el viaje siempre se trata de ser competitivo.
Esto no es necesariamente un tema de dinero. Claro, ganar un premio de seis cifras es una motivación fuerte. Pero a quienes nos apasiona el póker, lo que nos mueve es el elemento deportivo, la competencia.
Mi lucha viene por otro lado. Cada quien tiene su lucha, cada quien tiene sus intereses, de acuerdo a su contexto.
Jugar torneos de bajo costo a mí, lamentablemente o afortunadamente no me genera ese fuego. Necesito esa adrenalina de que me cueste mucho la entrada para poder entregar mi mejor juego. No sé si está bien o mal, pero así funciono.


¿Qué te lleva más al límite emocional: un mal downswing en póker o una oleada de hate en redes sociales? ¿Y cómo manejas cada uno?

Depende a qué responde el downswing. Si es porque estoy cometiendo errores, porque estoy tilteando y jugando mal, me puede afectar más el no tener la inteligencia para seguir con mi estrategia.
Lo mismo con el hate en redes sociales. A veces las cosas no salen como uno quiere, y te toca agarrar el toro por los cuernos.
Pero en ambos casos, si el hate o el downswing provienen de algo que no puedo controlar, trato de que no me afecte tanto.
Soy humano, no soy de plástico. Me hace liberar cortisol que un one outer le pegue al villano. Y también me molesta recibir comentarios hirientes o que van encaminados a dañar mi persona.
Eso jamás lo voy a poder vencer porque es lo que me hace humano.
Ambos me pueden afectar si son mi responsabilidad. Y ambos pueden dejar de afectarme si creo en mi mente que no lo son. Todo depende de cómo entienda ambos fenómenos en mi cabeza.


Si el Adrián Marcelo de hace 10 años viera en lo que te estás convirtiendo hoy como jugador, ¿qué pensaría? ¿Te admiraría o se reiría un poco de ti?

Es algo que me genera sentimientos encontrados.
Por una parte, estaría muy orgulloso de estar jugando los torneos con el buy-in que estoy jugando. Pero por otro lado, también creo que estaría insatisfecho de que no son los resultados esperados.
Siempre he dicho que estos niveles que he estado jugando últimamente son como una escuela de póker muy, muy costosa.
Pero creo que si hacemos un balance, estaría satisfecho el Adrián de hace 10 años.
No recuerdo si tenía mucha ambición o mucha hambre hace 10 años… creo que sí. Por eso he llegado entre comillas a donde estoy.
Dejémoslo en que estaría satisfecho. Ni muy muy, ni tan tan.


Tu lenguaje es crudo, directo, incómodo para algunos. ¿Te preocupa llevar eso a las mesas? ¿O sientes que es parte de tu edge psicológico contra otros regs?

Veo como una ventaja psicológica que muchos jugadores en México tienen una imagen precargada mía en su mente. Trato de usarla a mi favor.
Si veo que es alguien que consume mucho lo que hago en redes sociales, tal vez opto por una línea más agresiva.
Si veo hostilidad, normalmente esas personas quieren hero callear o te van a bloquear. Entonces ajusto.
Considero una ventaja el que exista un pre-conocimiento de mi persona en las mesas.
Y sobre mi lenguaje crudo o irreverente, creo que soy alguien muy respetuoso en las mesas.
Trato de ser como soy en la vida, menos desagradable. Entiendo las situaciones, me pongo del lado de quien creo que está sufriendo una injusticia.
No molesto, doy tiempo. No soy un jugador que utilice trucos mentales baratos para llevar a otros al límite.
He visto que se puede usar eso en esta industria, pero yo trato de ser yo.
Y según quién esté enfrente, interpreto qué parte de mi personalidad conviene sacar en ese momento.


En sesiones largas, cuando los bad beats te atacan y el tilt amenaza, ¿a qué parte de ti mismo recurres para no romperte? ¿Te hablas como Adrián el showman o Adrián el humano?

Lamentablemente o afortunadamente tengo una forma de ser un poco fatalista.
Por más que trato de que no se me note, hay cierto descontento cuando no salen las cosas como quiero.
Es algo que estoy trabajando mucho en la parte mental.
Mi coach, Sergio Barrios a quien le mando un abrazo, me habla mucho del reposicionamiento mental, de simplemente ajustar la estrategia según los blinds que tengo en ese momento.
Y si sufro una gran pérdida en alguna parte del torneo, al menos que no se note.
No tengo tanto ese diálogo interno, busco más identificar cuestiones externas que me puedan ayudar a tomar mejores decisiones.
Tal vez debería comenzar más con ese diálogo. Toda esta parte mental creo que es la que me falta profundizar. Y también es fundamental en esta carrera.


¿Sientes que el póker es una forma de redención personal, una forma de demostrar algo… o simplemente un refugio de tanto ruido externo?

Más que una redención, es una pasión que surgió en mí a muy temprana edad.
Fue en esa etapa donde se forjan los hobbies, las pasiones, los gustos que vas a perseguir el resto de tu vida.
Por ahí de los 14 o 15 años descubrí el juego, y no está bien decirlo, pero creo que hasta me obsesioné.
Y simplemente, cuando tuve más tiempo y más posibilidades económicas de jugarlo, lo retomé.
Me pasó lo mismo con el tenis. Lo que hice fue retomar cosas que de joven me marcaron y que hoy puedo combinar con la creación de contenido.
Y sí, ese ruido externo existe. Pero el póker me sirve mucho para eso.
Pasar ocho horas en un torneo, peleando por una gran cantidad y estando en paz, liberando adrenalina, dopamina…
También sirve para olvidarse un poquito de ese ruido.
Es una combinación de todo. Pero no es algo forzado, como «déjame encuentro algo que me guste».
Esto nació hace mucho y es muy natural para mí.


¿Cuál ha sido el momento en el que más cerca estuviste de decir: “esto del póker no es para mí”? ¿Y por qué decidiste seguir?

La verdad, nunca me he dicho eso. Nunca he pensado que el póker no es para mí.
Y creo que tiene que ver con cómo me relaciono con el juego. No lo he visto como una carrera a la que me quiero dedicar al 100%, así que esa idea de renunciar nunca ha pasado por mi cabeza.

Además, el póker es tan noble que siempre te reparte dos cartas. Hay un componente de suerte que hace que, al menos en el corto plazo, cualquiera pueda ganar. Eso lo hace distinto de otros deportes o disciplinas: aquí, todos tienen una oportunidad.

En el fondo, siempre he creído que sí soy bueno para esto. Tengo una personalidad un poco ególatra, lo reconozco, y eso me lleva a repetirme todo lo contrario: “Claro que eres bueno en esto”.

Tengo herramientas que me respaldan: estudié psicología, hice un diplomado en programación neurolingüística, me gusta analizar la conducta humana, observar patrones, entender fenómenos psicológicos… Me apasiona todo eso, y el póker es un campo perfecto para aplicar esas habilidades.

Claro que también tengo que ser humilde. No basta con creer que eres bueno: esto requiere estudio, teoría, repetición.
Los que más estudian son los que más herramientas llevan a la mesa. Y los que más herramientas tienen… suelen ganar.


Con tantos ojos encima, ¿qué te da más miedo en el póker: fallar frente a la audiencia o no lograr convencerte a ti mismo de que eres realmente bueno?

Ninguna de las dos, honestamente.

El miedo a fallar frente a la audiencia es una trampa mental. Sería como depositar mi identidad en algo externo y ambiguo.
Sé que hay ojos puestos en mí, sobre todo dentro de la industria del póker. Sé que algunos incluso desean que me vaya mal, que este youtuber “chusco o pendejito” no tenga éxito en algo tan serio.

Pero yo lo veo diferente. Creo que si a mí me va bien en el póker, eso puede atraer a nuevas generaciones. Yo no seré el próximo Adrián Mateos, pero quizás el siguiente Adrián Mateos hoy tiene 10 u 11 años y está viendo un contenido mío.

Y sí, puede sonar alarmante para sus papás. Pero si empezamos a ver el póker como un deporte mental, no como un juego de azar, podemos cambiar narrativas.
Cada vez que juego, siento que estoy ayudando a amplificar algo que en México está renaciendo.

¿Y el miedo a no convencerme de que soy bueno? Ese no existe en mi mente.
Quizás no sé si para bien o para mal, pero me creo mucho. Estoy constantemente estudiando, entendiendo dinámicas, retroalimentándome con los mejores jugadores de México y Latinoamérica.
Formo parte de grupos de análisis donde compartimos manos, spots complejos…
Así que no, esa historia de que “no soy tan bueno” no tiene lugar en mi cabeza.


¿Crees que el Adrián Marcelo jugador de póker es tu versión más auténtica o simplemente otro alter ego más?

Creo que todo lo que hago es auténticamente yo.
En cada proyecto, en cada faceta, está mi esencia. Nunca he hecho algo pensando en que soy un personaje.

Lo que sí hago es calibrar mi forma de comunicar según el público. En el póker, por ejemplo, sé que estoy ante una comunidad inteligente, pensante, estratégica.
Aquí no puedo jugar a ser el “tontito simpático”. Tengo que respetar.

Me han llamado mamador por usar términos técnicos que recién aprendo, pero creo que es la mejor forma de contribuir: utilizar el glosario correcto, enaltecer el juego.
El póker ha cambiado. El GTO, las estrategias avanzadas… hoy ya no basta con la intuición. Ahora gana el que más estudia, el que más trabaja.

Y eso me gusta.
Porque yo soy eso: alguien que estudia, que observa, que quiere mejorar.
Así que no, no es un alter ego. No hay máscaras.
Solo soy yo, adaptándome al lenguaje de cada campo, sin dejar de ser fiel a quien soy.


Al cerrar esta charla, queda claro que para Adrián el póker no es solo un juego de estrategia o suerte, sino un espejo que refleja su constante batalla por ser auténtico, humilde y fiel a sí mismo. En un mundo donde las máscaras suelen ser la norma, él apuesta por derribarlas, recordándonos que el verdadero triunfo está en aceptarnos sin adornos, y que la verdadera fortaleza nace de la conexión entre mente, alma y pasión.

By Nicolas Rodriguez

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