En esta entrevista exclusiva realizada por Nicolás Rodríguez para Bluffcentral, Luisa Morfín nos abre las puertas a su mundo interior y comparte cómo el poker ha sido para ella mucho más que un juego: un camino de autoconocimiento, libertad y conexión espiritual.
«Más que llamarle ‘buena vibra’, yo lo definiría como elevar nuestra frecuencia. Mientras más elevamos esa frecuencia, más claridad mental y conexión profunda con nosotros mismos tenemos, y eso se refleja en cómo jugamos.» – Luisa M.
Cuéntanos de tus inicios fuera de las mesas, ¿Cómo fue ese primer encuentro con el poker y qué fue lo que te atrapó del juego para decidir tomarlo en serio?
Pues bueno… yo tenía 18 años. Estaba estudiando Derecho, trabajaba en una notaría pública todos los días, y un día fui al casino. Salí con mi hermano a jugar Black Jack, y luego un día me fui sola… y perdí. Siempre veía a unas personas jugando en una mesa electrónica.
Con el dinero que me quedaba, me acerqué a preguntar qué estaban jugando. Me dijeron: “Texas”. Yo, por alguna razón, ya sabía un poco. Ya sabes… que los pares, que qué mano le gana a cuál. Entonces me senté, pregunté, y aparte en la pantalla te daban todas las instrucciones, tal cual.
Ese día me divertí muchísimo. Gané dinero, lo que para mí en ese momento era muchísimo y no podía creerlo. Además, conocí a quien sería mi mejor amigo en ese entonces, que fue quien me enseñó gran parte de lo que sé del póker.
Claramente el primer gancho fue ganar esa primera partida, ¿no? Pero me atrapó mucho porque era como un juego de mesa (que me encantan), pero mejor. Me llenó de adrenalina desde el principio. La competencia también… y ese sentimiento de estar ganándole a puros hombres.
No sé, es algo que me llamó mucho. Fue como una oportunidad, desde el inicio, de pintarle huevos al machismo mientras apostaba y jugaba. Y pues… de pronto también empecé a ganar.
¿Quién es Luisa fuera del póker? ¿Cómo combinas tu pasión por los torneos con tu estilo de vida tan libre, colorido y conectado con todo?
Pues mira, me considero un alma libre. Amo ser dueña de mi tiempo y de mis decisiones. Se podría decir que mi vida, como en el póker, es muy dinámica, llena de varianza.
Ser jugadora de póker me impulsó desde el principio a mostrarme tal cual soy. Como tú dices, con todos mis colores. A atreverme a hacer lo que mi intuición me dice, aunque a veces parezca una locura.
Los torneos para mí son una oportunidad de explorarme: como jugadora, como persona… con todas mis habilidades, mis errores, mis luces y mis sombras. Aunque a veces da muchísimo miedo.
Viajar es también una parte súper importante de mi vida. Es parte de mi motivación para jugar, de por qué quiero hacer dinero. El hecho de que pueda jugar póker en casi cualquier parte del mundo me brinda una emoción increíble. Y eso… lo agradezco muchísimo.
El póker es un juego de energía, intuición y temple. ¿Sientes que tu camino espiritual ha influido en cómo enfrentas las decisiones en la mesa? ¿Crees que jugar con “buena vibra” realmente se nota?
Sí. Creo que las decisiones y los retos emocionales que un jugador enfrenta en una mesa de póker son, en realidad, meros espejos de situaciones que también tenemos que trabajar en la vida personal. Por eso creo firmemente que el trabajo espiritual o emocional es fundamental si uno quiere llevar su desempeño en la mesa a los niveles más altos. Aunque, claro, nunca lleguemos a la perfección.
Y fíjate: más que llamarle “buena vibra”, yo lo definiría como elevar nuestra frecuencia.
Esa es mi creencia: que somos seres de energía y frecuencia. Y mientras más elevamos esa frecuencia, más podemos sintonizarnos con niveles más altos de energía, lo que nos permite tener mayor claridad mental, una conexión más profunda con nosotros mismos, y en consecuencia, emociones más alineadas.
Y eso, definitivamente, se refleja al momento de sentarse a jugar.
¿Te consideras una persona consciente?
¿En qué momentos de tu vida sentiste que empezaste a vivir más desde la conciencia? ¿Y cómo se cruza eso con el mundo del póker?
Uy, afortunadamente, y con mucho trabajo, sí. Sí me considero una persona consciente.
Mira, creo que cuando llegué a vivir a la Ciudad de México, hace como ocho años, mis horizontes se expandieron muchísimo. Me di cuenta de que había un mundo entero allá afuera, lleno de cosas que estaban totalmente fuera de mi conocimiento. Pero creo que el verdadero punto de partida fue cuando, por iniciativa propia, decidí comenzar a tomar terapia y hacerme responsable de mis emociones.
Ahí comenzó realmente mi viaje hacia el autoconocimiento y la conciencia.
Y justo porque el póker es un juego que involucra tantas emociones, esa decisión ha tenido un impacto profundo en mi forma de jugar. Hizo cambios en esa parte del juego que no tiene que ver con la técnica, sino con la estabilidad mental y emocional.
Además, es una chamba que nunca termina. No es como que empiezas terapia, controlas tus emociones, tu tilt, y ya. Es algo que constantemente hay que trabajar y volver a mirar.
Y eso es lo bonito: que todo este trabajo interno da frutos, no solo en las mesas, sino en todos los ámbitos de mi vida.
A nivel más profundo… ¿Qué consideras que te ha aportado el póker a tu vida como persona? No como jugadora, sino como mujer, como alma en búsqueda.
Más que nada, creo que lo que más me ha aportado el póker es aprender a soltar el control de las cosas que no están en mis manos.
También a entender que, sí, el que no arriesga no gana, pero que al mismo tiempo nada está garantizado en esta vida. Y que, por eso mismo, hay que ponerle intención, conciencia y pensamiento a cada decisión que tomamos.
Siempre hay que considerar muchos factores. Y también, ¿sabes? He aprendido a ser muy agradecida.
Agradezco mucho poder hacer lo que amo, y disfrutar del proceso, aunque a veces parezca una montaña rusa.
Y por último, algo que me ha costado mucho: entender que el fracaso es parte intrínseco del éxito, que mis resultados no me definen, y que una es libre de crear su propia idea de lo que significa tener éxito. Eso ha sido muy liberador.
Viajas mucho, juegas en circuitos de alto nivel, y sin embargo también compartes una vida muy cercana, con tu perrijo, gatijo y una comunidad de amigos y admiradores que te sigue. ¿Cómo manejas el equilibrio entre lo profesional y lo personal?
Manejar el equilibrio entre la vida personal y profesional ha sido, curiosamente, algo fácil para mí. Creo que es porque, como te dije antes, amo lo que hago, me apasiona profundamente.
Siento que nunca deberíamos dejar de hacer las cosas que nutren nuestra alma.
Y justo son esas cosas que tú mencionas las que me permiten conectarme con otros seres, con otras realidades, con lo esencial. También me recuerdan constantemente que, sí, soy Luisa la jugadora de póker, pero eso no es lo único que me define.
También soy Luisa la amiga, la hermana, la raver, la mamá de mis mascotas, la amante de la naturaleza, de la música, de los viajes… Soy muchas versiones de mí misma, y todas importan.
Si mañana tuvieras que dejar el póker para siempre, ¿qué parte de ti sentirías que ya no volvería a ser la misma? ¿Y qué parte crees que recién habría empezado a despertar?
¿Si tuviera que dejar de jugar póker? ¡Ay! Qué pregunta tan drástica, ¿no? Ríe.
Pues creo que varias partes de mí no volverían a ser las mismas. El póker ha sido parte de mi vida desde hace 16 años, y creo que lo que más extrañaría sería esa parte de mí que se siente libre de crear.
Porque sí, el póker para mí es un acto creativo. Me permite expresarme, explorar, competir conmigo misma desde un lugar muy íntimo. Me costaría encontrarle “sabor” a esa sensación de competencia personal en otro espacio, la verdad.
Pero también creo que algo bonito podría despertar: esa curiosidad por explorar otros talentos, otros artes, otras pasiones… que seguro tengo por ahí guardadas y esperando su momento.

Con una mirada llena de autenticidad y reflexión, Luisa nos invita a entender que el poker es también un espejo del trabajo interno que cada uno debe hacer para crecer, afrontar los retos y descubrir su propia versión del éxito. Nos comparte que tenemos que aprender a soltar el control y entender que no todo está en nuestro poder, simplemente hay cosas que están fuera de nuestros límites y que, de manera intrínseca, debemos perder para llegar a SER eso que tanto queremos, dejar el miedo atrás y abrazar el equilibrio entre lo bueno y lo «malo«. Conectar.
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