El espejismo del dinero rápido
Cuando entendí que el póker era un juego de habilidad, vi algo que pocos alcanzan a ver al inicio: que con estudio, disciplina y buenas decisiones, era posible convertirlo en un trabajo real. Durante mucho tiempo creí que eso era todo lo que necesitaba. Que si lograba vivir del póker, si podía pagar mis cuentas y mantenerme jugando, había ganado el juego de la vida.
Mi enfoque estaba completamente en eso: poder dedicarme al póker a tiempo completo. Pero no entendía que ganar dinero —traer dinero de forma constante— es apenas el primer paso.
Haber crecido en una familia de clase media, donde las ideas sobre el dinero venían arraigadas por generaciones, me hacía creer que el objetivo era simplemente “ganar bien”. No diría que era desinformación, pero sí información incompleta.
Eventualmente sí terminé dedicándome al póker, aunque no exactamente como imaginaba al principio. En lugar de ser jugador profesional, encontré mi camino en el coaching, ayudando a otros a mejorar y a profesionalizarse. Gracias a hacer las cosas bien de forma constante, pude construir una carrera sólida y vivir de ello.
Con el tiempo entendí que, por mucho que nos apasione el juego o la idea de dedicarnos a él, hay que ser realistas. No se trata solo de pasión ni de romanticismo. Antes de entregarnos al 100% al póker —o a cualquier otra actividad— debemos tener argumentos sólidos que indiquen que esa es nuestra mejor opción, no solo emocionalmente, sino financieramente.
Y aquí es donde llega la parte que nadie me enseñó: no importa cómo ganemos nuestro dinero, ya sea jugando póker, trabajando o emprendiendo; ganar dinero es apenas la mitad del trabajo. La segunda parte, y la más importante, es aprender a usar ese dinero de forma inteligente, de manera que nos permita disfrutar el presente pero también proteger el futuro.
Cuando entendí eso, y empecé a educarme en finanzas personales e inversión, mi vida cambió por completo. Cambió la manera en que veo mi trabajo, mis objetivos y mis decisiones.
Porque sí, ganar más dinero del que imaginaste es emocionante. Pero no entender qué hacer con él es peligroso. No lograr tus metas puede doler, pero lograrlas y luego perderlo todo… duele mucho más.
La primera mitad: ganar dinero (el grind financiero)
Si tú, al igual que yo, creciste en una familia de clase media donde, gracias al esfuerzo y sacrificio de tus padres, nunca faltó lo básico, pero tampoco sobraron lujos ni grandes oportunidades, probablemente entiendas lo que voy a decir.
Crecimos con información incompleta. Nos enseñaron que la vida se trataba de estudiar, conseguir un buen trabajo y “salir adelante”. Que la meta era ganar dinero, y punto. Y con todo el respeto del mundo —porque conozco a muchas personas que siguieron ese camino y son gente de enorme valor—, la realidad es que la mayoría vive con estrés financiero constante, intentando mantener la cabeza fuera del agua.
En México, cubrir necesidades básicas y disfrutar un pequeño lujo ya es una hazaña. Lo digo sin desprecio, pero con claridad: el sistema no está diseñado para que la mayoría prospere.
Hoy vivo en Noruega, y me impresiona ver cómo incluso trabajos sencillos, sin títulos universitarios ni contactos, pueden ofrecer una vida digna. Aquí, el costo de vida está por debajo del ingreso promedio. En nuestro país, tristemente, es al revés.
Por eso quiero dejar algo claro: ganar dinero sí importa. Es el primer paso. Si tus ingresos están por debajo de tu costo de vida, no hay inversión, ni ahorro, ni libertad posible. Antes de hablar de “poner el dinero a trabajar”, primero hay que tenerlo.
El póker es un gran ejemplo de eso. Pero quiero decirlo sin rodeos: no recomiendo a nadie buscar en el póker una salida si está pasando por problemas económicos. El póker no es una solución mágica; es un potencializador. Si estás en un buen momento y lo aprovechas, puede ser una gran herramienta. Pero si lo buscas como escape o como golpe de suerte, las probabilidades están radicalmente en tu contra.
Lo que sí nos enseña el póker es una lección poderosa: la única forma de ganar es tener habilidades por encima de la media. Y eso aplica a todo. No importa si eres diseñador, programador, coach o carpintero: el primer paso para mejorar tu situación financiera es despegarte de la media. No tienes que ser top mundial. Basta con ser mejor que el promedio.
Si estás en una etapa donde el problema es que no entra suficiente dinero cada mes, enfócate al cien por ciento en resolver eso. Y la solución —créeme— pasa por la educación efectiva, no por la suerte.
Millones de personas se gradúan de la universidad cada año. El título ya no es una ventaja, es el punto de partida. Para sobresalir necesitas más: habilidades prácticas, conocimiento real, y algo que pocos trabajan, pero que hace toda la diferencia: habilidades sociales.
Saber comunicar, vender, negociar, conectar con personas… todo eso importa tanto como cualquier skill técnica. Porque para ganar dinero de verdad, no basta con ser bueno en lo que haces: tienes que lograr que el mundo lo sepa y lo valore.
Cuando logras eso —cuando tu ingreso supera tu gasto básico y construyes estabilidad—, entonces sí empieza el verdadero juego: el de qué haces con ese dinero. Pero de eso hablaremos en la siguiente parte.

La segunda mitad: hacer que el dinero trabaje
Si tú ya lograste esa meta de traer más dinero del que forzosamente tiene que salir, con todo mi respeto: felicidades.
De verdad. En un país como México —y en Latinoamérica en general— eso ya es un logro enorme. Las probabilidades de conseguirlo están en nuestra contra.
Si estás en esa posición, seguramente hiciste algo distinto al resto: o encontraste la forma de generar ingresos medianos o altos, o tuviste la disciplina de reducir tu costo de vida al mínimo.
Y ojo: esa segunda opción también es válida.
Muchas veces confundimos gastos necesarios con caprichos disfrazados. No tengo nada en contra de los caprichos —yo los tengo—, pero también he tenido etapas donde apretarme el cinturón fue la decisión correcta. Nunca me ha temblado la mano para soltar lo que no es indispensable. Y gracias a eso, hoy disfruto de cosas que antes ni siquiera podía considerar.
Si estás en esa situación en la que te queda un poco de dinero —da igual si son cien pesos o mil dólares—, ahí tienes dos caminos: construirte un gran futuro o construirte un futuro de arrepentimiento.
Déjame contarte algo personal.
De niño vi a mis padres construir un negocio desde cero. Vi su esfuerzo, su sacrificio, y también su éxito. Pero sobre todo vi cómo mi papá cayó en una trampa silenciosa: creer que ganar dinero era el objetivo final.
Recuerdo cómo nos llevaba al centro comercial y salíamos con bolsas llenas. Y claro, hoy que soy padre lo entiendo: ver a tus hijos felices es una de las mejores sensaciones del mundo. Pero muy rápido ese enfoque cambió de “trabajar duro y crecer” a “ya llegué, ahora toca disfrutar”.
La caída fue dura. Desde muy alto. Y con daños colaterales.
Con el tiempo entendí que esa sensación de pérdida debió doler más que todo el placer que se vivió en los buenos tiempos.
¿Cuál fue el error?
El primero fue la inflación del estilo de vida.
Ese fenómeno tan común donde, conforme ganas más, gastas más. Te suben el sueldo, te compras un coche más caro. Ganas un torneo, y al siguiente te hospedas en un hotel de lujo. Ganas más, pero nunca te sobra.
Así el excedente —ese dinero que podrías poner a trabajar— simplemente no existe.
Y el segundo error fue no entender que el dinero sobrante es una herramienta, no un trofeo.
Ese dinero no está ahí para demostrar que “te va bien”; está ahí para construir paz.
Ni siquiera hablo de abundancia o lujos. Hablo de la tranquilidad de llegar a una etapa de tu vida donde, de todos tus problemas, el último sea el dinero.
Eso es lo que yo quiero regalarme: paz financiera.
No el auto más caro, ni la casa más grande. Paz. Saber que, pase lo que pase, estoy cubierto. Que mis decisiones del pasado me protegen en el futuro.
Cada peso que me sobra al final del mes lo veo como un ladrillo.
Con cada ladrillo construyo ese castillo de paz. Y eso es lo que quiero que tú hagas también.
En este artículo no voy a entrar todavía en las opciones de inversión ni en los vehículos para hacer crecer ese dinero —eso vendrá después—, pero sí quiero dejarte esta reflexión:
Si ya lograste ganar más de lo que gastas, estás justo en el punto donde empieza el verdadero juego del dinero.
Lo que hagas a partir de ahí va a determinar si tu futuro se escribe con libertad o con arrepentimiento.
En los próximos artículos te voy a contar cómo ha sido mi camino en la educación financiera: cómo empezó, los errores que cometí antes de estudiar el tema, y también los que he cometido durante este proceso que todavía sigo recorriendo.
Mi intención es hacerlo de una manera práctica, que puedas adaptar sin importar tu edad, tu situación o tu tolerancia al riesgo. Quiero que veas que todos —jugadores, trabajadores, emprendedores— podemos mejorar nuestra relación con el dinero si aprendemos a tomar decisiones conscientes.
También te voy a contar cómo el póker me ha ayudado a convertirme en un inversionista mejor que la media en relativamente poco tiempo. Porque cuando empecé a estudiar sobre inversión en bolsa, lo que más me sorprendió fue darme cuenta de que las habilidades necesarias para tener éxito eran las mismas que el póker me había enseñado: gestión del riesgo, control emocional, pensamiento a largo plazo, paciencia y disciplina.
Por ahora, te agradecería mucho que comentes este artículo.
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